7 de enero de 2009

Tiempo de soñar...


Si ya hemos hecho algo, podemos hacer todavía más. A Dios le urge llevar la Buena Nueva hasta el último rincón de la Tierra. Nuestros Obispos han pedido un Nuevo Pentecostés que sacuda a los latinoamericanos y los haga discípulos de Jesús que impacten sus comunidades.

Existe una gran población en América Latina que tiene entre 25 y 40 años de edad y son los grandes ausentes en la Iglesia. Esta generación es la que está actualmente formando nuevos matrimonios, creando empresas, participando de la vida académica y cultural, lidereando a la sociedad y tomando las decisiones que nos afectarán en el futuro inmediato y por los próximos 30 años por lo menos. Pero es una generación "desconectada" de la fe. Si no fuera así, América Latina sería distinta. Urge vivir el "Ecumenismo del Amor" que atraerá a la generación "+25-40" al Reino de Dios.

Si eres de los que hemos tenido una experiencia del Espíritu, en la Renovación, en las Convivencias con Dios, en el Curso Alpha, en SINE, en una comunidad de evangelización de San Andrés o en algún grupo similar ¿qué puedes hacer?

1. Aprender de nuestros hermanos mayores

Los que conocimos la Renovación Carismática en el periodo que va de los 80's a la actualidad, somos parte de esta generación que recibió el fuego de pentecostés de nuestros mayores, de los pioneros de la Renovación o de sus discípulos, somos la 3a generación de la Renovación. Una de nuestras prioridades es aprender de "nuestros mayores". Ya quedan pocos de estos pioneros del Nuevo Pentecostés todavía vivos, aprovechemos esta gracia y pidámosle consejos. P. Salvador Carrillo, P. Tom Forrest, P. Diego Jaramillo, P. Alberto Ibañez, P. Jonás Abib. Francis McNutt, Kevin y Dorothy Ranaghan, Patti Gallaguer, Marylin Krammar y otros siguen siendo nuestras fuentes principales. Como dice el P. Carrillo en su libro "Pasar la antorcha encendida":


Ellos han sido los primeros o de los primeros eslabones con los que se ha ido formando poco a poco la cadena de nuestra Renovación. Hay que aprovechar sus conocimientos, hay que beneficiarnos de sus experiencias o consejos, hay que recibir inclusive sus caritativas amonestaciones.


2. Soltar las riendas

Si estás involucrado activamente en la evangelización por medio de la Renovación, las Convivencias con Dios, SINE, San Andrés y similares y estás en algún puesto de liderazgo y además tienes entre 50 y 70 años de edad ¡es hora de soltar las riendas! Urge alcanzar a las nuevas generaciones con el fuego de Pentecostés. Como dije arriba: las personas entre 25 y 40 años de edad son los grandes ausentes en nuestros grupos de iglesia. Tienen nuevas necesidades y hay que saber inculturar el evangelio y adaptar nuestro lenguaje al suyo. Hay que saber predicar nuestro mensaje por medio de la computadora, de las redes sociales y de los celulares ¡Es una generación que dificilmente será atraída con nuestros "afiches" o letreros de cartulina colocados en un lugar conveniente en la parroquia! ¡Ni siquiera vienen a la parroquia! Cito de nuevo al P. Carrillo:


A veces no se hace el esfuerzo de preparar convenientemente sutitutos o por idolencia, o por falta de responsabilidad, o por ni siquiera pensarlo o imaginarlo, o inclusive por temor a ser desplazados de nuestro puesto.

3. Tiempo de soñar

Soñar con alcanzar a nuestra generación "+25-40" adaptando nuestro mensaje a su lenguaje y modificando nuestras estructuras donde sea necesario no implica excluir a nadie. De hecho la manera en que hacemos las cosas excluyen en la práctica a esta generación. Las personas de la generación anterior "+40-70" vendrán por sí mismas a nuestros grupos y sabremos aprovechar su experiencia y la estabilidad que le pueden dar a nuestras comunidades.

Es tiempo de soñar con un gran impacto para esta generación, es tiempo de soñar con ver a muchos venir a los pies de Jesús y anhelar la unión con Dios. Otra vez el P. Carrillo:


¡Animo, pues! Mantengamos en toda su identidad y su riqueza la Renovación carismática que recibimos un día como un gran regalo de Dios en nuestra vida; reavivemos en nosotros la llama de ese don divino; y pasemos a las generaciones nuevas la antorcha de la Renovación fulgurando con la luz del Padre, con el resplandor de Cristo y con el fuego del Espíritu Santo.