8 de octubre de 2007

Santa Teresa y el don de lenguas


El 15 de octubre los católicos recordamos a Santa Teresa de Jesús (o Santa Teresa de Ávila), una mujer de carácter que nos enseñó a orar y nos abrió su corazón contándonos su experiencia mística y dándonos tips para los que queremos abrirnos a la oración contemplativa y aspiramos a la unión con Dios.

En la escuela de Convivencias aprovechamos la doctrina de las Moradas y la experiencia de Santa Teresa para ir escalando la vida mística. Teresa nació el 25 de marzo de 1515 y murió el 4 de octubre de 1582 y es contemporánea de Felipe Neri, el gran santo pentecostal.

El carisma de las lenguas (o don de lenguas) es un carisma que a veces es mal entendido, aún por los mismos carismáticos. El P. Alberto Ibañez se tomó el trabajo de escribir 5 libros sobre el asunto para darnos a entender que este don no es algo nuevo ni raro en la Iglesia Católica (algo que a lo mejor asombrará a tu vecino pentecostal) sino que muchos santos lo han experimentado aunque no le han dado este nombre. Obviamente Santa Teresa experimentó una oración muy similar a la glosolalia. Lo mejor del don de lenguas es que podemos aprovecharlo para abirnos más y más a la experiencia mística.

Aquí les transcribo un pedacito del libro del PA, espero que lo disfruten pero que, sobre todo se abran a las mismas experiencias que tuvo Santa Teresa.

La Mística Doctora
P. Alberto Ibañez, S.J.
(Fragmento del libro Lenguas II. Su historia. pp. 170-175)

Por su parte, santa Teresa, después de hablar sobre el don de lágrimas, dice:

"Entre estas cosas penosas y sabrosas juntamente da nuestro Señor al alma algunas veces unos júbilos y oración extraña, que no sabe entender qué es (...) Es, a mi parecer, una unión grande de las potencias, sino que las deja nuestro Señor con libertad para que gocen de este gozo, y a los sentidos lo mismo, sin entender qué es lo que gozan y cómo lo gozan.Parece esto algarabía, y cierto pasa así, que es un gozo tan excesivo del alma, que no querría gozarle a solas, sino decirlo a todos para que la ayudasen a alabar a nuestro Señor, que aquí va todo su movimiento. ¡Oh, qué de fiestas haría y qué de muestras, si pudiese, para que todos entendiesen su gozo! Parece que se ha hallado a sí, y que, como el padre del hijo pródigo, querría convidar a todos y hacer grandes fiestas, por ver su alma en puesto que no puede dudar que está en seguridad, al menos por entonces.Y tengo para mí que es con razón; porque tanto gozo interior de lo muy íntimo del alma, y con tanta paz, y que todo su contento provoca a alabanzas de Dios, no es posible darle el demonio. Es harto, estando con este gran ímpetu de alegría, que calle y pueda disimular, y no poco penoso. Esto debía sentir San Francisco, cuando le toparon los ladrones, que andaba por el campo dando voces y les dijo que era pregonero del gran Rey, y otros santos que se van a los desiertos por poder pregonar lo que San Francisco estas alabanzas de su Dios.Yo conocí uno llamado fray Pedro de Alcántara ­que creo lo es, según fue su vida­, que hacía esto mismo, y le tenían por loco los que alguna vez le oyeron.¡Oh, qué buena locura, hermanas, si nos la diese Dios a todas!" (Moradas VI, 10-11).

Claro que no todo lo que ella está diciendo sobre la oración de quietud vale para la glosolalia (don de lenguas): ésta es sólo un fenómeno concomitante, como las lágrimas u otros dones especiales; la cosa es que S. Teresa lo experimentó y supone que es buena. Más abajo prosigue:

"Se les ve muy claramente que salen aquellas alabanzas de lo interior del alma.Muchas veces, querría, hermanas, hicieseis esto, que una que comienza despierta a las demás. ¿En qué mejor se puede emplear vuestra lengua cuando estéis juntas que en alabanzas de Dios, pues tenemos tanto por qué se las dar? Plega a Su Majestad que muchas veces nos dé esta oración, pues es tan segura y gananciosa; que adquirirla no podremos, porque es cosa muy sobrenatural; y acaece durar un día, y anda el alma como uno que ha bebido mucho, mas no tanto que esté enajenado de los sentidos." (Moradas VI, 12)

Aunque me gusta aplicar a la glosolalia el nombre de algarabía, que con frecuencia santa Teresa aplica a un hablar que no se entiende, debo confesar que la frase "parece esto algarabía" más probablemente se refiere, igual que en otro pasaje de sus escritos, a la explicación que ella misma ha dado; como si dijera: "aunque parezca absurdo pasa así".

La oración en lenguas no siempre es oración mística, pero no la excluye.