4 de octubre de 2013

Alabanza, el sentido de nuestra vida


Hay veces que en las diferentes circunstancias de la vida creemos que nosotros podemos solucionarlo todo y que nada malo nos va a pasar, o viceversa, pensamos que todo lo malo nos pasa, que no nos merecemos nada de lo que nos ocurre, pero es entonces cuando estamos dejando todo en manos de nuestro ego, en vez de en manos de nuestro Dios.


El mejor ejercicio para ir dejando todo entre sus manos y su corazón, es la alabanza siempre y en todo lugar es nuestro deber y salvación darte gracias decimos en cada Misa; porque su Providencia lo gobierna todo. El Padre nos dio la libertad de entregarle nuestra vida  a quien la ha dado por nosotros,  a Cristo, y entonces, nuestra principal meta ya no es poseer bienes materiales, sino estar en su gracia y su presencia cumpliendo su voluntad, llenos del Espíritu Santo.

¿Qué es la alabanza?

"La alabanza es la forma más directa de reconocer que Dios es Dios, es cantarle y bendecirle no tan sólo por lo que hace, sino ir más allá, es darle gloria por lo que Él es. Alabar es sentir la alegría de amarle con un corazón puro en la fe, mediante la cual el Espíritu se une con nuestro Espíritu para dar testimonio vivo de que somos hijos de Dios." (Catecismo de la Iglesia Católica 2639)

"Y es en Cristo, en quien Dios ha querido que nosotros seamos los primeros en poner nuestra esperanza, para que todos alabemos su glorioso poder". Efesios 1,12. La alabanza es el "medio ambiente" en el que Dios se siente a gusto es como la "atmósfera del cielo". Y al estar en el ambiente de Dios, el actúa, y alabar se vuelve el sentido de nuestra vida, porque por  Él lo hemos recibido todo y a Él mismo se lo entregamos en agradecimiento y amor, por nosotros y por nuestros hermanos. 

En Cristo tenemos la fuente de vida y de salvación, la alabanza nos ayuda para descentralizarnos de nosotros mismos y encontrar la sanación interior,  vivir alegres y liberarnos de tristezas y angustias, porque creemos con convicción que Dios es tan bueno que nos escucha y nos ayuda, que es ÉL quien gana nuestras batallas, porque no son de nosotros sino de Él mismo y cuando nos ponemos en marcha y damos el paso a luchar, Dios lo toma en sus manos y pelea por nosotros, porque el mundo ideal no llegará, nosotros como cristianos lo tenemos que hacer ideal; no a nuestra forma, sino a la forma de Dios.







Recurrí al Señor, y él me contestó, y me libró de todos mis temores. Los que miran al Señor quedan radiantes de alegría y jamás se verán defraudados. Este pobre gritó, y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias. Sal 34, 4-6